Sábado, 11 de Febrero de 2017,

Artículo Por Cristina Bendek – tomado del El Isleño.com

A veces uno tiene la sensación de estar flotando entre residuos, entre microbasuras, entre cositas, pendejaditas. Vas al mar y de pronto se te enreda la bolsa en el pie, o te sumerges y ves la lata de4Miller, la botella de jugo. En la orilla la cajetilla de cigarrillos, las colillas, tapitas, pitillos, cositas… ¿Solución? Vivir personalmente en campaña de limpieza.

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Al menos yo he optado por eso. No siempre podré asistir a las convocatorias de limpieza. Se han llevado a cabo varias últimamente, con resultados muy buenos, en la Casa de la Cultura, en el Barrack, en San Luís… Pero sabemos que el reto de los residuos es una cosa estructural, es cuestión de educación y de voluntad, de consciencia.

Sobre todo de voluntad. Yo sí me cansé de caminar por la playa y quejarme para mis adentros mientras dejaba atrás una bolsa más, una botella más, miles de pitillos más. A pesar de que debe haber programas encaminados a una solución de fondo, mientras la divinidad alumbra a los encargados de gestionar, cada quien puede limpiar un granito de arena. Nada cuesta, como dice Ethel Bent, doblar el lomo. Y la mano no se va a caer por recoger alguna cosita.

De cosita en cosita. De vez en vez, alguien te ve, y tal vez también se contagie. Las redes tienen un poder real, medible, y con politiquería ya lo hemos comprobado. Contagiar es relativamente fácil, si suficientes de nosotros empezamos con la cosa de #LlévateAlguito. Recoge algo de salida, llévalo a la caneca de basura, y si te nace, tómale una foto a la cosita que te llevaste, súbela a redes sociales, y usa el hashtag #LlévateAlguito.

Ya sé que uno dice “pero yo no lo dejé ahí, yo no haría eso”, y lamento decirlo pero la realidad es que seguir de largo e ignorar que sí viste el pedazo de aluminio y la servilleta, es un acto de irresponsabilidad. No se trata de limpiar toda la playa, es que a uno se le enrede un pedazo de algo, antes de que se enrede en un coral, en el fondo marino, o en la cadena alimenticia.

No hay mejor maestro que el ejemplo. Y no, uno no debe hacer las cosas solo para que lo vean, eso sería hipócrita. Pero si el objetivo es contagiar lo positivo, con todo el gusto aplaudo que se ponga de moda la foto con el hashtag, así como rápidamente se ha viralizado esta semana el “I love San Andrés”. Cada quien tiene un potencial para generar un cambio, y las pequeñas acciones repetidas y esparcidas generan un gran impacto.

El problema de los residuos sólidos es tan grave, que si le dejamos la recolección solamente a Trash Busters no acabaremos nunca con el tema. Por ahí dicen que hay que multar, pero si los policías no pueden ni controlar el consumo de alcohol en sitios públicos, menos hay quien vigile a los miles de turistas y a los muchos residentes que escogen la playa como escenario porque no tienen adónde llevar a la novia, y encima dejan de recuerdo el suvenir y la evidencia (pasa mucho en el km 10, por ejemplo, donde residentes optaron por poner un letrero que dice “Haga el amor, llévese su basura”).

Es probablemente la queja más triste que uno le pueda escuchar a un visitante, usualmente empieza resaltando el carácter paradisiaco de la isla, y lo absurdo que resulta el que esté tan sucia. Y a continuación a mí me da vergüenza, siento que damos por sentado el paraíso que prometemos, y también siento que algo hacemos recogiendo un poquitico. Hay que organizar la casa, y nada cuesta, nada cuesta. Los invito al #LlévateAlguito. Aguanta.

Adenda: saliendo de recoger alguito por Sprat Bight vi lo del logo del ‘factor rhesus’. El ‘I love San Andrés’ me gustó, aunque no me gustó mucho su ortografía. Está en inglés, pero tiene tilde, y encima una tilde invertida tomada como del francés, y ya dije por redes que tal vez son ganas mías de fregar, pero esos son errores fácilmente evitables. Aplaudo que quitaron el que fue el logo de campaña del actual gobernador. Hacer campaña le quita mucho tiempo al oficio de gobernar. Peace out.

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